domingo, 12 de septiembre de 2010

La vecina, 1ª parte

Introducción:

Hace ya cinco años que vivo aquí en sitio grande adoptivo, nuevo para mí no es, ya que llevo toda mi vida veraneando aquí (pero no en este piso), pasando alguna que otra semana santa, puentes, etc. Lo que ahora es al revés, las vacaciones las paso en casa.

Vivo en un edificio yo diría que bastante grande, dividido en varios portales, bonito e incluso con piscina (que no uso, es tenerla y bueno, ya saben). Me vine a vivir aquí con mi tía para ahorrarme un alquiler, pero de alguna manera me da muchísima pena no haber vivido en los tan conocidos pisos de estudiantes. Como siempre digo, tengo el estilo de vida que debería tener después de estudiar, no el de durante, cuando acabe de una vez por todas entonces ya me veo en un pisito cutre, pero bueno casi que me da igual mientras pueda seguir manteniendo mi independencia (porque aunque viva con familia, el ambiente es genial he de decir, aunque me sienta sola muchas veces).

Al tema:

El caso es que cuando me instalé, mi tía estaba malita, y bueno, no era muy buena época. Por las noches oía ruidos, ruidos feos, a mí me sonaban a quejidos y la verdad es que me asusté. No sabía qué era ni de dónde procedían los ruidos. Si abría la ventana de mi cuarto se difuminaba mucho más el sonido, si pegaba la oreja en la pared de mi tía (por si fuera ella que le doliera algo) no lo oía muy claro, pero era volver a la cama y todo era claridad. Pues así noche tras noche durante no sé ni el tiempo. Jamás le comenté nada a mi tía porque me daba hasta vergüenza, y tampoco veía que ella me comentara nada, todo era de lo más normal.

Varias semanas más tarde los ruidos cambiaban, tomaban nuevas “formas” y me empecé a quedar con la movida… Los gritos subían de tono, y aparecían incluso ruidos masculinos. En blanco y en botella. Cada noche me despertaba la vecinita de arriba con su fiesta nocturna. Y una noche fue tal, que a la mañana siguiente por fin mi tía abrió la boca y dijo “¿escuchaste anoche a la vecina de arriba? Qué pasada”. ¡¡¡Síííí!!! Loca no estaba, y al fin pude compartir esos meses de tortura acústica con ella.

Continuará…

5 comentarios:

  1. Jajajajajajaja, yo vivi en un colegio mayor (la cosa más horrible de toda la carrera) y el primer día que llegué yo toda paletita (más todavia que ahora) con mis maletitas a instalarme en el cuarto, mi vecina de enfrente hacía lo mismo que la tuya, imagínate, vaya bienvenida, jajaja.

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  2. Jajaja, la buena bienvenida se la dieron al que visitó esa habitación jaja. En fin, yo creo que esas situaciones son casi que ley de vida encontrárselas.

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  3. Siempre puedes dejarle notas en el buzón... "Ayer no estuviste muy inspirada", o " me gusta la voz del tío de anoche" o cosas así...

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  4. Jajaja me acabo de leer tus entradas Jezabel, yo me he reído, obviamente a ti no te hará ni puta gracia. ¿No has dado con la solución? Es una putada la verdad...

    Pues no se me había ocurrido eso de las notas, pero lástima que ya no merezca la pena, sabrás por qué en los próximos capítulos.

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