domingo, 3 de octubre de 2010

La vecina, capítulo final

¿Y qué pasó a partir de ese último día de teatro que se montaron para joder?

NADA.

Se acabaron los orgasmos, se acabaron los ruidos más fuertes, se acabó todo. No sé si porque su amiguito pasó de ella y se buscó a otro más silencioso, si porque se quedó más sola que la una, si porque recapacitaron y tuvieron en cuenta a los vecinos… Yo no sé, pero todo paró. Cierto es que a día de hoy se la oye aún con alguna herramienta de vez en cuando y con sus zuecos, pero nada que ver con cómo era ella anteriormente. Todo un alivio, sí señor.

No sé si debería proclamarme vencedora de la batalla, porque quizás mis dos intervenciones no tuvieron nada que ver, pero bueno, yo estoy satisfecha con el resultado.

Y ahora datos sueltos, sobre ella, claro.

Ignoramos si es dueña del piso o si está de alquiler, pero el nombre que figura en las listas éstas de comunidad de vecinos cuando se hacen reuniones y tal, dice que la dueña de ese piso tiene una deuda a la comunidad de no sé cuántos miles de euros.

Una vez que supuestamente mi tía y yo bajamos con ella y con su chorbo en el ascensor (puras especulaciones por el momento de que eran ellos, por el ruido que hizo el ascensor lo cogieron un piso más arriba y luego bajó al nuestro) nos quedamos con las caras. Otros días coincidí con él también en el ascensor e iba siempre al piso siguiente, o sea, sí que eran. Tenían que serlo. Parecen pareja estable, porque a él lo veo mucho por el edificio. Fijo que tiene que saber que soy yo la del papel. Es una situación graciosa coincidir los tres en el ascensor, no estamos seguros de nada pero probablemente en nuestras cabezas estemos diciendo “tú eres tal y tú cual”.

Antes de que parasen los ruidos, coincidí en el portal con el que en su momento era el presidente de la comunidad, entramos en el ascensor, le pregunté a qué piso iba e iba al de la vecina. Me comentó que había recibido quejas y que iba a hablar con ella (las quejas eran las mías probablemente, que mi tía las transmitió en una reunión de vecinos jiji) y le comenté en el trayecto lo que había de primera mano. Yo me quedaba un piso antes, entré en el apartamento y pude oírla a ella claramente haciendo ruido arriba, oí incluso cómo el presidente tocaba a su timbre. Segundos después tocaban en mi puerta, era el presidente diciéndome que no había nadie, que ya lo intentaría en otro momento. ¿?¿? Sí que estaba la mamona, es que no le abre la puerta a nadie.

No sé qué pasará con esa mujer, quién será realmente, si es la de las deudas… Pero creo que su vida en el edificio es estar en el piso y recibir a su colega. Punto. En fin, rarezas de la gente, pero total, ya me la sopla. La tortura acústica se acabó.

Fin.

3 comentarios:

  1. Jajajaja, me alegro de conocer el final, pero me imaginaba algo más espectacular, jajaja, que te hubiera abierto la puerta en ropa interior, que te hubiese tocado la tuya de madrugada para fastidiar... si que somos rar@s jajajaja.

    Bueno, por lo menos puedes dormir tranquilamente jejeje.

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  2. La verdad es que algo más espectacular como dices hubiese quedado mejor en la historia, pero no fue así, qué le vamos a hacer jeje.

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  3. Pues yo me había imaginado que ibas, llamabas, te abría la puerta y te invitaba a participar.

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